Los seres humanos trascienden en sus obras y sus actos, motivo por el cual tenemos que hacer las cosas con gusto, siempre tratando de hacerlo lo mejor posible, pero esto va a suceder cuando descubrimos nuestra pasión y nos dedicamos a ella, aquí una bonita lectura y una reflexión de vida con una gran enseñanza.
Una reflexión de vida
Un Buen Artesano

Entré a su pequeño taller a componer mis tacones. El anciano zapatero que me recibió era muy amable, y mientras me conversaba sobre el barrio y arreglaba mi calzado yo me mostraba impaciente, pues debía acudir a una entrevista. Aquel desvío de camino me iba a costar más tiempo del previsto.

-Le agradeceré que se dé prisa –le pedí al zapatero.

Él me respondió con una mirada de reproche diciéndome:

-Necesito hacer las cosas bien hechas. Tengo una tradición que respetar.

Una tradición –pensé yo-. ¿Es que acaso podría haber alguna tradición en ese tallerucho que no se distingue en nada de los demás?
Como si pudiera leer mi pensamiento, el zapatero sonrió y me dijo:

-Sí señora, he heredado una tradición. Mi padre y mi abuelo fueron zapateros; y de lo mejorcito de Italia. “Hijo –me decía mi padre- cifra tu orgullo en dar lo mejor de ti. Haz una labor excelente en todo zapato que traigan a tu taller. –Sigue este consejo y serás dos veces dichoso: porque prosperarás y vivirás satisfecho de ti mismo”.

Luego, al entregarme mi calzado me prometió que durarían más porque tenían buen material.
A partir de ese día se inició nuestra amistad. Una vez llegué muy fastidiada de mi casa. Unos pintores que contraté habían hecho un pésimo trabajo. Mi buen amigo zapatero me tranquilizó con su calma contagiante diciéndome:

-Solo hay una lección. Si heredaste la tradición honrosa de una profesión, debes perpetuarla; si no la heredaste, debes fundarla. En toda clase de ocupación, el hombre que trabaja a conciencia día tras día, funda una tradición para sus hijos y contribuye, también, a su propia felicidad.
Lois Mattox

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