Mi Último Kilómetro, Una Reflexión de Motivación Eric Sevareid
A los 17 años mi compañero y yo decidimos demostrar que sí se puede navegar en canoa desde Minneápolis hasta la Factoría York. Eran más de 700 kilómetros en medio de un paisaje desolado. Solo la intuición y un incompleto mapa nos iban a guiar.

Ya en el punto de partida, vacilamos en la decisión que habíamos tomado. Pensábamos solo en los peligros que significaba ese enorme reto, pero estaban en juego nuestra reputación y amor propio. De repente apareció un enigmático personaje que cambiaría nuestra vida.
Este, enterado de los que estábamos por hacer, nos estrechó la mano y nos dijo: “Piensen solamente en el kilómetro siguiente que tienen que recorrer, y no en los que hay más adelante. Así, llegarán a su destino”. Con esas palabras empezamos la hazaña. En el día remábamos por curvas peligrosas, mientras que en la noche meditábamos sobre las palabras de aquel personaje.
Finalmente, en la oscuridad de una noche, con las provisiones casi agotadas y la canoa destrozada, pusimos pie en tierra. Y para felicidad nuestra, a la distancia se podía divisar la luz del faro principal de la Factoría York. De esa manera había quedado liquidado nuestro último kilómetro.
Cuando los periodistas que nos recibieron nos preguntaron cómo habíamos hecho para cumplir dicha hazaña, yo simplemente les respondí: “Desde que partimos nunca pensamos en todos los kilómetros que teníamos que recorrer, solo en el próximo kilómetro que teníamos que conquistar”.
Eric Sevareid