A lo que sea que te dediques siempre agradece lo que estás haciendo, debes saber que para algo esa labor llegó a tu vida y que si la disfrutas y das lo mejor de ti, esa energía te impulsará a seguir avanzando a tus sueños, a lo que deseas, asumiendo que de pronto lo que haces es tan solo un escalón. Y en caso de que ya vives el sueño de tu vida, es importante recordar que no porque hayas alcanzado la cima te puedes dormir en los laureles, porque siempre hay quienes están invirtiendo mayor energía y entusiasmo a eso que quizás tú crees que dominas.
No hagas las cosas porque sí y porque toca hacerlas, da un paso más y comienza a ver de qué forma, eso que haces, te ayuda, es un escalón más hacia tus logros personales y profesionales. Esto contribuirá a que seas más productivo, a que cada tarea que haces tenga un sentido; aumentará tu autoestima, tu capacidad de hacer las cosas, tu satisfacción, y por supuesto, aportará a tu crecimiento personal y profesional. Te alejará, además, la monotonía y el aburrimiento.
Si deseas llevarte un mensaje con una gran enseñanza te invito leer el siguiente pensamiento para reflexionar Corto:
Mis Primeros dos mil Pasos
Era aún adolescente cuando oí a mi padre decir: “Si te permiten dar mil pasos, inmediatamente camina otros dos mil”. En ese momento pensé que era una tontería. Pero una experiencia posterior me haría cambiar rotundamente de opinión.
Ya con 18 años ingresé a laborar en una revista. Mi labor era conseguir anuncios para publicitarla. Empecé ganando 40 dólares, pero en los meses siguientes, dado al poco éxito de la revista, aceptaba recibir solo 10 dólares. Pero como la situación empeoraba, empecé a hacer cada vez más actividades: colaboraba con artículos de interés, contestaba las cartas de los lectores, corregía pruebas…. Hasta que una mañana la revista cerró por orden judicial. Amargamente desilusionado, pensé: “¡Qué tonto he sido! Hacer la labor de tres hombres, no cobrar casi sueldo, desperdiciar dos años de mi vida…. ¡para terminar en nada! ¿De qué me ha valido el consejo de mi padre de andar los otros dos mil pasos?”. Pero la historia daría un radical giro.
A los dos meses logré emplearme en una importante casa editora. Con gran sorpresa descubrí que entre los demás empleados jóvenes, era yo el único que tenía experiencia en casi todas las áreas. Ascendí rápidamente. La experiencia que adquirí yendo más allá de mis deberes en mi empleo anterior, me estaba dando ahora sus frutos de una manera prodigiosa. Años después, en compañía de los socios que hice en esa editorial, fundamos nuestro propio negocio.
El consejo de “dos mil pasos”, que yo había considerado un desperdicio de tiempo y dinero, ahora era mi principal motivación para triunfar en la vida.
Bruce Barton