“El niño con el pijama de rayas” es una novela cautivadora e impactante que narra la historia de Bruno, un niño alemán de 8 años que vive en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. La vida de Bruno da un giro inesperado cuando su padre, un oficial nazi, es asignado a trabajar en un campo de concentración en Polonia y se ven obligados a mudarse a una casa cercana. Allí, Bruno conoce a Shmuel, un niño judío que vive al otro lado de una valla, y juntos comienzan una amistad prohibida que desafía las reglas impuestas por el régimen nazi.
La novela de John Boyne es una conmovedora reflexión sobre la inocencia y la crueldad, la amistad y la adversidad, y cómo las personas pueden encontrar luz en los lugares más oscuros. A través de la perspectiva de un niño inocente, el autor nos lleva en un viaje emocionante y aterrador a través de uno de los períodos más oscuros de la historia humana. “El niño con el pijama de rayas” es una lectura obligada para aquellos que buscan una historia conmovedora y reflexiva que los haga pensar y sentir.

El tema
El holocausto visto desde la mirada de dos niños, Bruno y Schmuel, a uno y otro lado de la valla de un campo de concentración, en Auschwitx. Mientras que el alemán Bruno se pregunta “¿Quiénes son estas personas y qué hacen aquí?”, el polaco Schmuel utiliza los encuentros con su amigo parta huir del horror que le rodea y volver a ser un niño.
EDITORIAL: Salamandra.
La vida merece vivirse incluso en un campo de concentración. Es lo que nos demuestra este libro, que trata sobre la amistad entre dos niños en los años del holocausto Judio, durante la segunda guerra mundial.Bruno es hijo de una familia alemana acomodada. Su madre es una dama de altos valores morales, ocupada en proteger a sus hijos de los horrores de la guerra que se desarrolla fuera de su hogar privilegiado. El padre de Bruno es un comandante nazi destinado a dirigir el campo de concentración de Auschwitz. Gretel, su hermana, es una adolescente con complejo de superioridad sobre su hermano menor. Tras una infancia, tranquila y excitante a la vez, en Berlín, el protagonista y su familia se van a vivir junto a la alambrada del campo de concentración. Lo que prometía ser una casa de campo fuera de la ciudad resulta ser una casa lúgubre fuera de Alemania, con el único paisaje de un extenso recinto, que se pierde en la lejanía, ocupado por hombres y niños tristes y enfermos vestidos con pijamas de rayas.
“¿Qué hacen estas personas aquí?”
Su nueva vida en Auschwitz resulta muy lúgubre. La casa es fea y sórdida y las escasas personas que les visitan, militares como su padre, también. Tras las ventanas no hay árboles, un huerto o un río, sino un terreno desértico y un campo vallado con una alambrada, donde se mueven extrañas personas, débiles, tristes y enfermas, vestidas con pijama de rayas. En su nuevo barrio no hay escuela ni parques donde jugar, y está prohibido salir del recinto de la casa. Así que a Bruno sólo le queda mirar por la ventana y preguntarse ¿Quiénes son estas personas y qué hacen aquí?. ¿Por qué ahí abajo sí hay niños y yo no puedo jugar con ellos? Decididamente, el mundo es injusto a los ojos de Bruno, desde el momento en que él se ve obligado a estar solo mientras al otro lado de la alambrada las personas pueden estar juntas y pasarlo bien.
¿Por qué él no puede visitarles ni las personas de la alambrada pueden visitarle a él? Son preguntas que Bruno no se atreve a plantear a su alrededor, ni a su madre, ni a María, su criada de más confianza, ni mucho menos a su padre, tan importante y tan ocupado, porque algo le dice que forman parte de las cosas en las que los niños no se deben meter. Sólo su hermana mayor, la listilla, se digna a explicarle condescendientemente que las personas de fuera de la alambrada y las que hay dentro “son diferentes” y por eso no deben mezclarse.
Por fin aparece una novedad en su vida: un profesor les dará clases en casa a su hermana y a él. Pero la decepción surge cuando Bruno se da cuenta de que su profesor sólo le interesa la historia y la geografía – sobre todo, la historia del pueblo alemán oprimido por las naciones internacionales tras la Primera Guerra Mundial-. Todo lo demás es una pérdida de tiempo, especialmente la literatura, así como sus proyectos de llegar a ser explorador.

“¿Por qué lleva ese pijama tan raro?”
El aburrimiento y su afán explorador llevan a Bruno a escaparse de su casa, pues desea conocer lo que hay más allá y, si es posible, vivir alguna aventura. Un día conoce a un niño con pijama de rayas que vive al otro lado de la alambrada. Entre ambos surge una relación de amistad, pero también de necesidad mutua: Bruno necesita a alguien con quien hablar y Schmuel desea escapar por un rato del horror que le rodea y volver a ser un niño junto a otro niño. Nunca habían conocido una relación semejante, que acabará convirtiéndose en una relación profunda, acompañándoles hasta el final.
“El Furias es un enano muy desagradable”
La novela ofrece muchas situaciones incomprensibles a los ojos de un niño de 9 años que ha pasado su infancia en una campana de cristal, protegido de la maldad del mundo, educado por una madre que prima las buenas maneras, el respeto y los buenos sentimientos. Del trabajo de su padre sabe poco, salvo que debe ser muy importante porque todo el mundo le respeta y le teme. Pero Bruno tiene otras preguntas sin resolver. Por ejemplo, ¿por qué el jefe más jefe de todos los jefes, el Furias (Hitler) apareció un día en su casa a cenar junto a su preciosa novia, Eva, tan simpática que nadie diría qué podría haber visto en un desagradable enano carente de buenas maneras como él? Fue la noche que su padre recibió la orden de trasladarse a Auchwitz.
“Schmuel sabe muchas más cosas que él”
Para sorpresa de Bruno, su nuevo amigo, que es de su misma edad, parece comprender ciertas cosas mejor que él, aunque algunas se las calle. Sabe, por ejemplo, que ya no están en Berlín, ni siquiera en una casa de campo en Alemania, sino que están en Polonia, el país donde nació Schmuel. Y sabe que los militares alemanes del campo de concentración no son gente educada ni amable, sino peligrosos y dan miedo.
Bruno piensa que esa descripción puede cuadrar con el joven militar rubio que frecuenta su casa y del que se ha enamorado su hermana, pero no vale para su padre. Su padre no es una mala persona, sino un hombre recto que hace un trabajo importante. Así que entre los militares alemanes hay excepciones. Schmuel piensa que no, pero se lo calla.
NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS, EL (ilustrado)
“Quiero quedarme con mi nuevo amigo”
Tras las reiteradas quejas de la madre, que piensa que Auschwitz no es un buen lugar para educar a sus hijos, el padre decide que la familia regrese a Berlín, aunque él tenga que quedarse en Auschwitz. Pero lo que debería ser una gran alegría para Bruno, que tantas veces ha insistido en volver a casa, ya no lo es tanto: le duele separarse de su nuevo amigo. En una de sus últimas visitas a la alambrada, los dos tienen noticias que intercambiar: Schmuel está preocupado porque su padre no ha regresado desde que se lo llevaron un día a trabajar con un grupo de hombres, y Bruno tiene que comunicarle que mañana será su última visita porque regresan a Berlín. Es entonces cuando deciden que la última visita sea diferente y especial: Schmuel conseguirá un pijama de su medida y Bruno se lo pondrá y atravesará la alambrada para conocer, al fin, el barrio de Schmuel y a sus amigos y para ayudarle a buscar a su padre.
“Voy a ayudar a Schmuel a encontrar a su padre”
Bruno, vestido con el pijama y con la cabeza rapada a causa de los piojos, parece uno más en el barrio de Schmuel, donde los niños no juegan ni ríen, y los hombres están cansados y sucios, y evidentemente tienen miedo de los oficiales alemanes.
Bruno quiere volver a casa, pero no se atreve a decírselo a su amigo para no ofenderle, además, le ha prometido ayudarle a buscar a su padre. Encima se pone a llover. De repente, se encuentra en medio de un grupo de personas que amontonan los militares y empujan a un barracón. Bruno piensa que es para que no se mojen y se pregunta qué harán. Schmuel le explica que a veces llevan a gente allí, pero no sabe decirle para qué, porque nunca ha regresado nadie. Cuando cierran las puertas, se alegra de estar a refugio y calentito. Al apagarse las luces tiene miedo y le agarra la mano a su amigo.
¡Bruno nunca volvió a casa, ni tampoco a Berlín!
¿Por qué lo recomendamos?
- Porque se ha convertido en un fenómeno literario, traducido a 34 idiomas, que ha vendido más de 850,000 ejemplares sólo en España.
- Porque fué llevado al cine y también fué un éxito cinematográfico de ámbito internacional.
- Porque se trata de una historia de amistad, ternura e ingenuidad que nos hace sentir la victoria del amor sobre el horror
- Porque es un libro para niños, con una tremenda carga emotiva muy positiva y especialmente para adultos.
Terribles pero esperanzadoras enseñanzas
“No hace falta volver nuestra mirada hacia un campo de concentración nazi para darnos cuenta de que cercas y alambradas como las del “campo” existen hoy todavía y en muchos sitios del mundo. ¿Hasta cuándo?
“La amistad no sólo puede sobrevivir en las peores circunstancias, sino que puede convertirse en la tabla de salvación que nos ayude a no hundirnos hasta el fondo, y nos convierta en seres humanos con toda su dignidad.
“La mirada inocente de un niño puede servirnos para reflexionar sobre las atrocidades que cometemos los humanos en nombre de mil y un dogmas. Atrocidades de las que muchas veces no somos ni tan siquiera conscientes.
“¿Por qué nos empeñamos en que haya siempre buenos y malos, perdedores y vencedores, ciudadanos de primera y se segunda categoría? ¿Qué nos empuja a semejante estupidez?